México muerto
por Paula Ballesteros
¿Por qué la humanidad es incapaz de eludir la barbarie? nos pregunta Doris Lessing y nos lanza una bola de nieve sobre el rostro con una sola advertencia: la humanidad ahora es más capaz de observarse a sí misma, y en esta capacidad se juega su futuro. Estas palabras de Lessing ponen incómodos a cualquiera, pero obligan a México a cuestionar su ser-así-y-no-de-otro-modo.
La marea de acontecimientos en los últimos años, –para ser precisos, desde que cayó la imagen política del expresidente Carlos Salinas de Gortari–, ha puesto de relieve la sarta de embustes de la elite gubernamental en relación a la cuestión del narcotráfico y la maraña de mentiras confeccionadas por intelectuales y medios de comunicación alineados sobre las políticas que nos sacarían del fracaso del subdesarrollo.
Este último decenio, ha sido de extrema dificultad mantener la confianza en México, a tal punto que hoy sólo podemos pensar en incertidumbre, en indeterminación, en inconciencia, en sangre y en muerte.
La idea del futuro mejor, ya está extinta. Ya no hay más esperanzas al respecto. El bienestar ha sido el resultado de la carrera privada de los saqueadores del bolsillo público. Como nunca antes, la violencia y la muerte de los mexicanos han sido logradas con tanta eficiencia y legitimidad. Jamás, un número tan grande de delincuentes de cuello blanco ha tenido tanta impunidad, como sucede hoy en este país. Nunca se ha tenido tanto horror y miedo con respecto al reclamo por los derechos humanos desde que el feminicidio ha sido la impronta de Ciudad Juárez.
El presidente Calderón ha sacado a la luz los que se concibió en el pasado, hoy expuesto en su cruda realidad. La historia reciente de todos estos acontecimientos no ha hecho otra cosa que demostrar la incapacidad de un pueblo para poner un alto definitivo a su propia muerte. Hemos de confesar la derrota. México ha sido aislado con sangre y se le ha extirpado su fuerza interior para culpar a quienes le han dado la puñalada por la espalda.
¿Cómo fue que descendimos a esta oscuridad? ¿Cómo llegamos a tolerar la burla de los ocupantes del poder, sin que nosotros, el pueblo, podamos impedirlo? ¿Cómo llegamos a perder la dignidad pública y la capacidad para imponer el tan gritado ¡basta ya!?
El mexicano medio se ha convertido en un ciudadano que permite una gran maniobra al Estado autoritario e inepto, y tolera una sociedad que sirve de consenso para reprimir la oposición y los valores realmente democráticos.
Desde hace tiempo, nos convertimos en una sociedad sin justicia que necesita perpetuas correcciones, sin defensa ni espíritu contestatario relevante como para haber cambiado el rumbo por el cual nos conducía el gobierno desde hace años.
Muchos piensan ingenuamente que la naturaleza del poder político es la de corromper. Pero es una falacia. Todos estos políticos y funcionarios que han estado sirviéndose de México y que han abusado de sus cargos de una manera criminal, desde Salinas de Gortari hasta Calderón, con sus legisladores y jueces, ya eran unos corruptos mucho antes de acceder al poder. Lo único que necesitaban eran cómplices. Y los encontraron.
Sin embargo, la principal debilidad de estos criminales, ladrones del erario, es presuponer que todos somos como ellos. Nos llenaron de droga y de basura televisiva el país, recurriendo al método más antiguo para deshacerse de las cosas desagradables: el olvido.
Olvidar por ejemplo, que desde que llegó Salinas de Gortari a la Secretaria de Programación y Presupuesto, en el sexenio de Miguel de la Madrid, 1982, colocó a su hermano, Raúl, en Conasupo, uno de los organismos estatales que durante varios sexenios produjo no pocos millonarios entre la clase política.
Después fue el tráfico de drogas, ya con Carlos Salinas como presidente. El paso de la heroína proveniente de Colombia hacia los Estados Unidos por Tamaulipas, en 1995, es sólo uno de los negocios turbios del hermano del expresidente. Por ese mismo periodo, se dieron a conocer los bancos en Estados Unidos, propiedad de políticos mexicanos, como el Texas Comerce Bank of Houston y el Laredo Nacional Bank, éste último de Carlos Hank Rhon, también relacionado con el narcotráfico junto con su hermano el ex alcalde de Tijuana, Jorge Hank. Todo es información pública, sólo basta recordar, como lo hizo otro periodista ya fallecido, Manuel Gutiérrez Oropeza, en El Hermanísimo, de Editorial Travesía.
Dicen que la historia criminal empezó a escribirse en una reunión en la casa de los Salinas de Gortari para decidir el asesinato de varios políticos que en ese entonces se interponían en el proyecto de gobierno de Carlos Salinas. Empezarían con José Francisco Ruiz Massieu y el operador sería Manuel Muñoz Rocha, quien fue diputado y después se convirtió en prófugo sin que se volviera a saber nada de él. Catorce años después, el 13 junio de 2009, las sentencias por homicidio de Muñoz Rocha como del coacusado Raúl Salinas, fueron absueltas. Y México guardó silencio.
Los crímenes sucedían. Los fraudes y la corrupción se elevaron a los primeros índices internacionales. Los nombres de los truculentos quedaban enlazados impunemente a los magnicidios de Luis Donaldo Colosio, Francisco Ruiz Massieu y el cardenal Posadas Ocampo. Joseph Marie Córdova Montoya, asesor del expresidente Salinas, quedó vinculado jurídicamente al asesinato de Luis Donaldo Colosio, pero poco antes de terminar el sexenio, Córdova fue nombrado representante del Banco Mundial en Nueva York.
El narcotráfico cobró auge en las regiones del Noreste y Noroeste. Buen pretexto para quitar a los activistas y políticos indeseables. Y para distraer a las masas con la moda del horror, con Ernesto Zedillo y Vicente Fox, el terreno mexicano se hizo más propicio para la tragedia consecutiva. La gestación y proliferación del tráfico de armas, la desaparición y el asesinato de mujeres, la pederastia de los políticos y sacerdotes, se convirtieron en negocios de gran crecimiento económico en nuestro país. Con Calderón se ha protegido a toda esta gran mafia de intocables y privilegiados, entre éstos, el narcotraficante que se da el lujo de aparecer como millonario en la revista Forbes, El Chapo Guzmán, junto a otro gran depredador del erario, Carlos Slim.
Nuestra reticencia a la derrota como país, podría hacernos el olvidar las causas profundas de esta guerra perdida. Pero no podemos deshacernos del pasado. Diría Faulkner que “ni está muerto ni está pasado”. Está atrapado en nuestra memoria. Y cada situación tiene dos caminos. La violencia, el infortunio y la desesperanza en la que hoy está hundido México, es también la señal para despertar a la realidad y dejar el melodrama perpetuo sin acción colectiva. Todos los mexicanos que no quieran vivir entre armas, tortura, desapariciones y miedo, deben resistirse a olvidar.
México tiene que recordarlo todo, tiene que recordar hechos, nombres, pasado, tiene que recordar el origen del derramamiento de sangre, y a cada uno de sus criminales como de sus víctimas. Es la única posibilidad de transformación. Un país que olvida lo más infame que ha tenido, que minimiza el encubrimiento de sus criminales, merece seguir muerto, sin futuro.
MACHETE…
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